No me acostumbro:
A que todo en la vida cotidiana acontezca dos horas antes: almorzar a mediodía, cenar a las 20:00 (o antes), comercios abiertos a las 07:00, comercios cerrados a las 18:00, salida y puesta de sol…
A que llamen a la gente chistando. Aqui es lo más normal, en casa, en la calle, al camarero del restaurante. Todo quisqui con el dichoso “psssss” constantemente. Es curioso, con lo mal visto que está eso en España (y supongo que en otros sítios).
A que cuando alguien estornude nadie diga nada, me refiero a un equivalente a “salud”, o “Jesús”, o “a ver si revientas”.
A la falta de aceite de oliva. Aqui es un artículo de lujo que sólo se usa para aderezar, y con moderación, las ensaladas. Lo que echo de menos unos huevos fritos como Dios manda...
A que mis sobrinos me digan de usted. Lo normal es llamar de usted a todas las personas mayores, incluso los padres. Eso sólo se mantiene en la España más profunda. Ahora que lo pienso, habrá que decidir con tiempo si Marina llamará a su madre de usted y me tuteará a mí, porque ella le habla en portugués y yo en castellano.
A la mierda de conexión de ADSL. Después de ruegos, peleas y más ruegos con la compañia que da el servicio, parece que conseguiremos un ancho de banda de 650 Kb. Es duro después de disponer de 4 Mb.
A las diferencias tan extremas entre estratos sociales. Abismales. Un obrero sin cualificación gana menos de 200 € al mes. Un profesional cualificado, un ejecutivo, se va más allá de los 2000 fácilmente.
A los atascos.
Al poco respeto que se tiene a los peatones. No hay dinero peor gastado que la tinta de los pasos de cebra.
Me he acostrumbrado fácilmente:
Al clima. Odio el frío, y me troncho cuando dicen que aqui en invierno hace frío porque la temperatura baja hasta unos 18 grados por las noches.
Al contacto humano. No es tabú tocarse, no hablo de meterse mano, sino de saludar y despedirte con abrazos, o que los tíos se den un beso. Y un tío, por eso, no es menos tío.
A ver a todas las mujeres impecablemente arregladas. Cabello (supongo que pelo también), manos y pies todas las semanas, aunque hay que reconocer que está tirado de precio, incluso para los niveles de aquí. Y a que todas piensen que los españoles somos exquisitos en el trato y muy educados. Ni chulitos italianos ni ná.
A que la gente sonría. A que me traten con cortesía en los casi todos los comercios, incluso la mayoría de funcionarios públicos. A lo abierto que es todo el mundo en general.
Al churrasco. Qué delicia de carne, no se puede comparar, y qué barata.
A los zumos de frutas, algunas de nombre impronunciable. El maracuyá porque ya lo había oído, pero hay otras que no consigo memorizar. Se hacen con pulpa natural congelada, mezclada con agua y algo de azúcar, y están divinos.
A tener la posibilidad de hacer compras en una gran superficie las veinticuatro horas del día. Una vez fui a comprar un colchón a las dos de la madrugada.
A tener servicio. Anda que no.
A que todo en la vida cotidiana acontezca dos horas antes: almorzar a mediodía, cenar a las 20:00 (o antes), comercios abiertos a las 07:00, comercios cerrados a las 18:00, salida y puesta de sol…
A que llamen a la gente chistando. Aqui es lo más normal, en casa, en la calle, al camarero del restaurante. Todo quisqui con el dichoso “psssss” constantemente. Es curioso, con lo mal visto que está eso en España (y supongo que en otros sítios).
A que cuando alguien estornude nadie diga nada, me refiero a un equivalente a “salud”, o “Jesús”, o “a ver si revientas”.
A la falta de aceite de oliva. Aqui es un artículo de lujo que sólo se usa para aderezar, y con moderación, las ensaladas. Lo que echo de menos unos huevos fritos como Dios manda...
A que mis sobrinos me digan de usted. Lo normal es llamar de usted a todas las personas mayores, incluso los padres. Eso sólo se mantiene en la España más profunda. Ahora que lo pienso, habrá que decidir con tiempo si Marina llamará a su madre de usted y me tuteará a mí, porque ella le habla en portugués y yo en castellano.
A la mierda de conexión de ADSL. Después de ruegos, peleas y más ruegos con la compañia que da el servicio, parece que conseguiremos un ancho de banda de 650 Kb. Es duro después de disponer de 4 Mb.
A las diferencias tan extremas entre estratos sociales. Abismales. Un obrero sin cualificación gana menos de 200 € al mes. Un profesional cualificado, un ejecutivo, se va más allá de los 2000 fácilmente.
A los atascos.
Al poco respeto que se tiene a los peatones. No hay dinero peor gastado que la tinta de los pasos de cebra.
Me he acostrumbrado fácilmente:
Al clima. Odio el frío, y me troncho cuando dicen que aqui en invierno hace frío porque la temperatura baja hasta unos 18 grados por las noches.
Al contacto humano. No es tabú tocarse, no hablo de meterse mano, sino de saludar y despedirte con abrazos, o que los tíos se den un beso. Y un tío, por eso, no es menos tío.
A ver a todas las mujeres impecablemente arregladas. Cabello (supongo que pelo también), manos y pies todas las semanas, aunque hay que reconocer que está tirado de precio, incluso para los niveles de aquí. Y a que todas piensen que los españoles somos exquisitos en el trato y muy educados. Ni chulitos italianos ni ná.
A que la gente sonría. A que me traten con cortesía en los casi todos los comercios, incluso la mayoría de funcionarios públicos. A lo abierto que es todo el mundo en general.
Al churrasco. Qué delicia de carne, no se puede comparar, y qué barata.
A los zumos de frutas, algunas de nombre impronunciable. El maracuyá porque ya lo había oído, pero hay otras que no consigo memorizar. Se hacen con pulpa natural congelada, mezclada con agua y algo de azúcar, y están divinos.
A tener la posibilidad de hacer compras en una gran superficie las veinticuatro horas del día. Una vez fui a comprar un colchón a las dos de la madrugada.
A tener servicio. Anda que no.