martes, 16 de enero de 2007

Los anuncios

Sonando


Sin duda albergo en mi forma de ser una colección casi completa de defectos, pero desde luego me tengo por una persona bastante tranquila, me cuesta perder la compostura. Sin embargo hay algo que me puede, me enerva, me exalta, me ... Me callo por si me lee algún menor.

Pongámonos en situación: 23:50 horas. Estás con tu mujer viendo una peli, volumen de la tele acorde con las circunstancias: vivimos en comunidad, la niña -por fin- se ha dormido -un ratito, no nos hacemos ilusiones-; la peli es un tostón, lo que añadido al trote de todo el día, y a veces toda la noche anterior, te somete a un estado casi catatónico, con tortícolis y cuello de la camisa babeado incluido.

Bien. Hasta aquí todo normal. Pero de repente... ¡anuncios! Chorrocientos decibelios de golpe y sin vaselina. Lo mismo da "tu otro banco y cada día el de más gente", "la vida es móvil, móvil es ...", "¿te gusta conducir?", que te va a sonar como si te estuvieran gritando a dos dedos de la oreja. Por no hablar de la puñetera fanfarria de la cadena en cuestión que da el pistoletazo de salida al dichoso bloque comercial, que parece que ha irrumpido de golpe en el salón de casa la orquesta sinfónica. Jesús, que sobresaltos.

Una vez, en petit comité, propuse la creación del Frente de Liberación de los Papás Nöeles Escaladores (la prueba aquí). Ahora tengo en mente reunir firmas para de una vez por todas implantar la obligatoriedad inexcusable a las cadenas de televisión de mantener el volumen de la emisión durante los bloques comerciales.

Plataforma de Usuarios de Televisión Estresados por Aumento de Decibelios Obsesivos. Por ejemplo. Hombre ya, que la niña duerme.

Pene cantarín

Anuncio de una emisora de radio cantado por un simpático calvo.
No te lo pierdas. Impagable.



Singing Penis - video powered by Metacafe

martes, 9 de enero de 2007

Nació Marina

Sonando


Vaya forma de empezar el año. Joelma empezó con contracciones el mismo día 1 por la tarde. Lo primero que pensó fue que las gambas de Nochevieja se estaban peleando con los mejillones del almuerzo, pero cuando vio que los retortijones eran cada tres minutos, nos fuimos al hospital porque parecía claro que la niña venía de camino diez días antes de lo previsto.
Treinta horas de parto, veinte de ellas en la sala de dilatación, ella monitorizada y yo vestido de verde, para al final de ese calvario -para la madre, claro- no poder terminar de dilatar, y pasar al plan B, o sea, cesárea.

Pero todo salió bien. Bueno, Marina -que así se llama la susodicha- salió por donde no estaba previsto, pero salió, que es lo que cuenta. La madre baldada porque la cesárea fue bastante agresiva debido a las dimensiones de la niña, que pesó 3630 gr., pero está recuperándose perfectamente.

Nació a las dos horas y dieciocho minutos del día 3, y a las dos y veintipico minutos ya la tenía yo en brazos, sin lavar ni nada, envuelta en una especie de cucurucho de papel de aluminio. El enfermero que me acompañó a la habitación, después de darme unas instrucciones de manejo básicas, de palabra, nada de manual en siete idiomas diferentes, respiró aliviado cuando le contesté que no era mi primer hijo. Debe haber visto cada cosa...

Dos horas después ya estaba Joelma en la habitación, que comenzó a darle el pecho todavía medio grogui. Durante esas dos horas de espera estuve mirando a mi hija, y durante un buen rato mirándonos -ambos- a los ojos. Con minutos de vida mi hija me miraba a los ojos, con unos ojazos preciosos. Toda ella es preciosa, y no es amor de padre.
Al cuarto día ya les daban el alta. Yo tenía entendido que cuando el parto es por cesárea, el alta no se recibía hasta los cinco o seis días, si todo iba bien. Pero los tiempos cambian, y con ellos las ideas de los médicos. Cuando antes había que reposar por lo de los puntos y demás, para una mejor recuperación, ahora resulta que hay que moverse, y cuanto más mejor. No se me olvidará la cara de Joelma cuando el mismo día del parto, una matrona le dijo que tenía que levantarse para ir al baño. Se la quedó mirando incrédula, pero se levantó, vaya si se levantó, sobre todo cuando le dijeron que cuanto más se moviera antes se recuperaría.
Siempre nos quedará el recuerdo de una cantidad enorme de visitas en el hospital -unas cincuenta personas entre familiares y amigos-, cargadas con muchísimos regalos, y del personal de la planta de maternidad del Hospital de Son Llàtzer, en Palma de Mallorca. Nuestra gratitud a todos ellos.