domingo, 3 de diciembre de 2006

No es nada fácil

Sigo luchando contra el maligno. Había comentado en un ladrillo anterior que el día "D" que me había marcado el médico que dirige el taller de deshabituación tabáquica era (debería haber sido) el 19 de noviembre. Iba a dejarlo a pelo, con un par.

Empiezo el lunes 20 con una confianza que me sorprendió. Y eso que estaba concienciado, pero aún así, no creí que fuera a verme tan motivado. Tenía que hacer unas gestiones en el centro, volver a casa, comer e irme al curro. Hasta aquí, de maravilla, dadas las circunstancias. Técnicas de relajación en momentos de mayor debilidad (respiraciones profundas para los profanos) y listo.

Empiezo el turno de tarde en la oficina. Yo solo. Muy solo. Elegí un mal día para dejar de fumar. Recuerdo las clases en la terapia: cualquiera puede ser un buen día, siempre habrá una situación que bla, bla, bla. Respiraciones profundas. Mi oficina sirve de pasillo para acceder a otras dependencias de la empresa. Tiraron la casa por la ventana en la última distribución de espacios, y los jefes pensaron que qué mejor que emplear una oficina entera como pasillo, total si cambiamos este armario de sitio, los ambientes quedan separados. Muy práctico, y te pasas todo el puto día saludando. A las tres horas de empezar el turno pasa uno que fuma.

Superé la tentación, como un machote.

A las cuatro horas pasa otro que fuma. Mi marca. Cuando lo veo me entra un escalofrío. Recorre la oficina-pasillo de izquierda a derecha. Resisto. Resisto. Me quedan dos metros para perderlo de vista, y no aguanto más. O le pido un cigarro o mato al siguiente que entre y no me salude, o que me salude, o que me hable del tiempo, pero hubiera matado a alguien. Y le pido un cigarrito, todo sea por salvar una vida.

A los dos días tenía cita con el médico. De diez que empezamos sólo estaba yo. Creo que uno o dos que lo dejaron sin esfuerzo al principio de las sesiones, porque su nivel de adicción era leve, pero el resto tiró la toalla. Quiero dejarlo, entre otras cosas porque se lo he prometido a mi hijo, y no debería fallarle; porque querría que fuera un homenaje a mi hija, que viene en camino; y por muchos otros motivos que todos os podéis imaginar. Pero los dos que he enunciado me motivan más que cualquier otro.

Y sigo animado. Con chicles de nicotina. Para un adicto como yo la dosis debería ser de 8 a 10 chicles al día, y con 4 o 5 voy pasando la mar de bien. Creo que lo lograré. Si no, siempre me quedará el nuevo fármaco que se ha descubierto, que por lo visto elimina el síndrome de abstinencia.

Aunque ahora que lo pienso, aún no se comercializa, así que me toca seguir mascando chicles.

3 comentarios:

Patri dijo...

¡¡Animo!! Tú verás que puedes, lo mismo hasta logras que yo también lo deje. ¬_¬

Beostes

Pepe Castro dijo...

La verdad es que todos los ánimos que reciba son bienvenidos, así que muchas gracias, guapa.
Estaría bien que mi éxito te sirviera de acicate. Me lo tomaré como una motivación extra, jaja.
Un besote.

Anónimo dijo...

Holaaaa.Claro q lo conseguirás....Tu échale ganas y piensa en tus niños....jejje.Bueno, muxo ánimo y ya me contarás.Un besooo.chaooo