"El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad".
Victor Hugo, novelista francés (1802-1885).
Pocas decisiones como la que acabamos de tomar Joelma y yo le cambian tanto la vida a una persona. Después de mucho sopesar pros y contras, ha dado el sí a una oferta de trabajo muy tentadora. A la empresa le urgía una respuesta casi inmediata, así que ha sido difícil decidirse. Está a punto de quedarse fija en su actual trabajo, en un gran grupo empresarial con presencia en todo el mundo, con perspectivas de futuro, realizándose profesionalmente cada día. Yo soy funcionario, con todo lo bueno y lo malo -que también- que ello conlleva. También soy monitor de la plantilla en cierto aspecto técnico de mi trabajo, con lo que me saco un extra que viene muy bien.
Pero nos hemos decidido. Nos vamos a vivir a Brasil. Joelma va a ocupar un cargo directivo en Salvador de Bahía, precisamente su ciudad. Un cargo de mucha responsabilidad, pero bien pagado -no como ahora- y participante de la sociedad del grupo que la ha contratado. Traslados y vivienda a cargo de la empresa. Muy, muy tentador.
Está previsto que nos vayamos la segunda semana de enero, y estamos en plena y frenética carrera contrareloj para desconectar todos los cables que nos mantienen vinculados de algún modo a este "mundo": casa, coches, trabajo, contratos, etc., etc. Cables que deberán volver a conectarse al otro lado del Atlántico.
Lógicamente lo que más voy a echar de menos es a las personas, muy especialmente a mi hijo -vive con su madre, mi primera esposa-, que se tomó la noticia, a sus once años, con la madurez que le caracteriza, tan impropia de su edad. Mi madre, hermana y sobrinas, mi abuela, los amigos... Será muy difícil, lo sé, pero pensamos que la ocasión merece la pena. Tenemos la esperanza de que vaya a ser algo así como una inversión de tiempo para un futuro mejor, el nuestro y el de la niña. Una ventaja importante es que la peque sólo tiene once meses, con lo que un posible problema de adaptación está descartado.
Sea como sea, hay mucho que ganar y muy poco que perder. A la vuelta de dos años, que es el compromiso mínimo que ha firmado, y el tiempo mínimo que debo estar de excedencia, y por muy mal que nos vaya, volveremos a estar como ahora.
He puesto la cita porque me gusta mucho, pero prefiero el consejo que tantas veces me dio mi padre, q.e.p.d.: "No te arrepientas nunca de lo que has hecho, sino de lo que has dejado de hacer".
Victor Hugo, novelista francés (1802-1885).
Pocas decisiones como la que acabamos de tomar Joelma y yo le cambian tanto la vida a una persona. Después de mucho sopesar pros y contras, ha dado el sí a una oferta de trabajo muy tentadora. A la empresa le urgía una respuesta casi inmediata, así que ha sido difícil decidirse. Está a punto de quedarse fija en su actual trabajo, en un gran grupo empresarial con presencia en todo el mundo, con perspectivas de futuro, realizándose profesionalmente cada día. Yo soy funcionario, con todo lo bueno y lo malo -que también- que ello conlleva. También soy monitor de la plantilla en cierto aspecto técnico de mi trabajo, con lo que me saco un extra que viene muy bien.
Pero nos hemos decidido. Nos vamos a vivir a Brasil. Joelma va a ocupar un cargo directivo en Salvador de Bahía, precisamente su ciudad. Un cargo de mucha responsabilidad, pero bien pagado -no como ahora- y participante de la sociedad del grupo que la ha contratado. Traslados y vivienda a cargo de la empresa. Muy, muy tentador.
Está previsto que nos vayamos la segunda semana de enero, y estamos en plena y frenética carrera contrareloj para desconectar todos los cables que nos mantienen vinculados de algún modo a este "mundo": casa, coches, trabajo, contratos, etc., etc. Cables que deberán volver a conectarse al otro lado del Atlántico.
Lógicamente lo que más voy a echar de menos es a las personas, muy especialmente a mi hijo -vive con su madre, mi primera esposa-, que se tomó la noticia, a sus once años, con la madurez que le caracteriza, tan impropia de su edad. Mi madre, hermana y sobrinas, mi abuela, los amigos... Será muy difícil, lo sé, pero pensamos que la ocasión merece la pena. Tenemos la esperanza de que vaya a ser algo así como una inversión de tiempo para un futuro mejor, el nuestro y el de la niña. Una ventaja importante es que la peque sólo tiene once meses, con lo que un posible problema de adaptación está descartado.
Sea como sea, hay mucho que ganar y muy poco que perder. A la vuelta de dos años, que es el compromiso mínimo que ha firmado, y el tiempo mínimo que debo estar de excedencia, y por muy mal que nos vaya, volveremos a estar como ahora.
He puesto la cita porque me gusta mucho, pero prefiero el consejo que tantas veces me dio mi padre, q.e.p.d.: "No te arrepientas nunca de lo que has hecho, sino de lo que has dejado de hacer".